En consecuencia, debéis penetrar cada vez más dentro de
vosotros mismos, recogiendo para llegar hasta el principio divino que hay en
vosotros.
Un día empezará a brotar un manantial, y os sentiréis sustentados, inundados
por una fuerza inagotable.
Pero si os olvidáis del espíritu y sólo contáis con las
cosas externas –dinero, casas, máquinas, armas– entonces la fuerza, la
verdadera fuerza del espíritu os abandonará.